miércoles, 6 de agosto de 2025

AQUEL VERANO EN PARIS

Dirección Valentine Cadic
Guion Valentine Cadic y Mariette Désert
Reparto: Blandine Madec, India Hair, Arcadi Radeff, Matthias Jacquin, Lou Deleuze, Béryl Gastaldello
Producción Arnaud Bruttin, Antoine Jouve y Masa Sawada
Productoras Cinq de Trèfle; Comme des Cinémas
Fotografía Naomi Amarger
Música Saint DX
Montaje Lisa Raymond
Diseño de producción Sarah Jane Morelli
Vestuario Lucille Betrancourt
Sonido Olivier Goinard, Dimitri Kharitonnoff
Distribuidora: Karma Films.
Año:2025
Título Original: Le Rendez‑vous de l’été
Estreno En España: 08/08/25.
Género " Drama,  Comedia. 
Duración: 77 Minutos. 

ARGUMENTO.
Francia, agosto de 2024, y los Juegos Olímpicos están en pleno apogeo. Blandine, de treinta años, llega a París para asistir a las competiciones de natación, reencontrarse con una hermanastra a la que no ve desde hace diez años y conocer por primera vez a su joven sobrina. Blandine viene de Normandía, donde se ha acostumbrado a la paz y la soledad. En París, se encuentra inmersa en el ajetreo de una ciudad en la que parecen regir otras reglas. A medida que pasan los días, conoce a gente nueva, se pierde, duda, retoma viejos hilos, establece otros nuevos y, finalmente, encuentra el camino de vuelta a sí misma. Blandine traza un nuevo mapa para su espíritu y su alma mientras navega por el corazón de una ciudad completamente dominada por este acontecimiento extraordinario

CRÍTICA 
Hay películas que no necesitan levantar la voz para hacerse notar. No hay giros sorprendentes, ni dramas grandilocuentes, ni discursos altisonantes. Solo verdad. Y Aquel verano en París, la delicada ópera prima de Valentine Cadic, es todo eso: una película pequeña, íntima y llena de verdad. Una historia que habla al oído y que, si uno se deja llevar, deja una huella tan discreta como duradera

La protagonista, Blandine, llega desde Normandía a una capital olímpica en ebullición. Pero mientras París vibra con medallas, pantallas gigantes y celebraciones, ella camina sola entre el ruido, como si el mundo fuera de otro. Ha venido con dos propósitos: seguir las pruebas de natación —pasión que arrastra desde niña— y reencontrarse con su hermanastra Julie, a quien no ve desde hace una década. Pero pronto descubriremos que ni el deporte ni el reencuentro podrán llenar del todo ese vacío que lleva dentro

Cadic, sin necesidad de subrayados, nos regala un personaje que emociona sin artificio. Blandine (sutilísima interpretación de Blandine Madec) es pura transparencia: inocente, buena, de esas personas que todavía miran a los ojos. La vemos deambular por una ciudad que no está hecha para los que dudan. Y París, en ese verano de multitudes, le devuelve su soledad, amplificada. La rodea la gente, pero nunca ha estado más sola. Y sin embargo, no hay autocompasión. Solo la mirada resignada —y hermosa— de quien ha aprendido a vivir con su sombra.

Lo mejor de la película es cómo lo dice todo sin decirlo apenas. Cadic dirige con pudor, con humildad, con una ternura infinita hacia su personaje. Hay humor, sí, pero un humor melancólico, más cerca del suspiro que de la carcajada. Las escenas se suceden con naturalidad, sin conflicto aparente, pero dejando un poso difícil de explicar. Cada conversación con Benjamin, cada silencio con Julie, cada paso hacia su sobrina Alma, nos hablan del deseo de pertenecer, del miedo a no ser vista, de esa sensación tan común —y tan callada— de estar fuera de su sitio. 

Aquel verano en París es también una película de encuentros. Pero más aún de desencuentros. Blandine busca, pero no siempre encuentra. No porque el mundo le dé la espalda, sino porque hay heridas que no cierran, y no siempre basta con querer. La gran belleza del filme es que no juzga a nadie. Ni a la hermana que ya no la necesita, ni al amigo que se va, ni al familiar que no sabe qué hacer con ella. 
Simplemente los muestra. Como son.

Y entonces, cuando ya creemos que todo va a ser gris, aparece la música. El piano. Ese momento donde Blandine se sienta y toca, sola, para ella. Y ahí entendemos que quizás no hace falta tanto. Que la felicidad, o al menos la serenidad, no está en rodearse de gente, sino en encontrar un lugar —por pequeño que sea— donde poder ser uno mismo.
Valentine Cadic ha hecho una de esas películas que parecen no querer molestar, pero que acaban emocionando más que muchas otras que gritan. Una historia de verano sin tópicos, de París sin postal, de soledad sin drama.

 Una ópera prima que deslumbra por su sencillez, por su mirada honesta y por su amor hacia los personajes que habitan los márgenes. Una película que, como su protagonista, camina en silencio… pero deja huella.

NOTA 7/10





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