Dirección: Joey Palmroos.
Guion: Joey Palmroos, Anders Holmes.
Reparto: Alexander Arnold; Liam James Collins,Jussi Lampi; Joe Arthur, Joe Gallina; Joey Palmroos; Darren McStay; Nadine Higgin; Arthur Sylense; Thom Chacon; Jeremiah Crosby; Celin El Azizi; Darren McStay; Thomas Dellinger; Alistair Logan; Kaitsu Rinkinen; Pekka Ollula.
Música: Tuomas Kantelinen.
Fotografía; Ari Virem.
Montaje: Toni Tikkanen
Distribuidora: A Contracorriente
Año: 2025
Título Original: Delivery Run
Estreno En España: 15/10/25 en el Festival de Sitges.
Género: Thriller, Acción
Duración: 84 Minutos
ARGUMENTO
Un repartidor de comida se ve atrapado en una persecución mortal en el helado desierto de Minnesota, perseguido por un perturbado conductor de una quitanieves. Lo que comienza como un encuentro fortuito se transforma en una persecución obsesiva y letal en la que el protagonista deberá improvisar para sobrevivir.
CRÍTICA
Hay películas que pasan por el Festival de Sitges como un suspiro, sin dejar apenas huella. El diablo sobre hielo es una de ellas: un título que se ve sin demasiados sobresaltos, que no molesta, pero que se olvida con la misma rapidez con la que el protagonista intenta huir por esas carreteras heladas de Minnesota. Joey Palmroos firma un thriller que quiere ser mucho, que pretende recuperar la esencia de los survival thrillers de carretera, pero que se queda en un ejercicio demasiado modesto para destacar en un festival tan exigente.
La premisa, desde luego, prometía mucho más: un repartidor de comida que, en mitad de una noche gélida, se convierte en la presa involuntaria de un conductor de quitanieves empeñado en borrarlo del mapa. Una suerte de reinterpretación en clave ártica de la eterna lucha entre víctima y perseguidor. Pero si la idea funciona sobre el papel, la ejecución no termina de encontrar su pulso. La tensión —que debería ser su motor narrativo— aparece a ráfagas, sin continuidad, como si la película dudase constantemente de sí misma.
Es inevitable mencionar el elefante en la sala: la sombra de El diablo sobre ruedas de Spielberg. Palmroos no solo abraza ciertos códigos del clásico del 71, sino que prácticamente los calca, aunque sin la mala uva ni la precisión quirúrgica del maestro. Aquí todo es más pequeño, más contenido… y también más flojo. Cuando debería apretar, El diablo sobre hielo se conforma con cumplir. Y cuando debería explotar, se queda mirando al retrovisor
Aun así, la película tiene algún punto de interés. Visualmente es agradecida: la fotografía aprovecha bien la inmensidad blanca y esa soledad helada que acompaña al protagonista. Y algunos momentos sueltos, cuando Palmroos se olvida de emular y decide jugar con sus propias reglas, funcionan mejor de lo esperado...
Como curiosidad del rodaje, gran parte de las secuencias se filmaron en condiciones meteorológicas reales, con temperaturas bajo cero que obligaron al equipo a trabajar en jornadas muy cortas para evitar congelaciones. El propio Alexander Arnold contó en una entrevista que el equipo tenía que calentar las cámaras cada cierto tiempo porque literalmente se bloqueaban por el frío. Algo que, paradójicamente, resulta más tenso e interesante que muchos de los pasajes de la propia película..
El diablo sobre hielo no es un desastre, ni mucho menos. Es simplemente una película correcta que aspira a más de lo que logra. Un entretenimiento funcional que pasa sin pena ni gloria, que deja la sensación de oportunidad perdida y que, en el fondo, confirma una verdad incuestionable: la carretera de Spielberg sigue siendo inalcanzable
NOTA 5/10
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