lunes, 1 de diciembre de 2025

LLÁMAME SINGORGA

Dirección: Marta Gómez,Paula Iglesias. 
Guion: Marta Gómez, Paula Iglesias
Reparto: Documental 
Fotografía; Emilia Martín,Andrea Martínez
Montaje: Paula Iglesias. 
Sonido: Adriana Rolloso
Música; Merina Gris,Es amour,Ezta toujours
Distribuidora: Nueve Cartas
Año: 2025
Título Original; Llámame Sinsorga
Estreno En España; 28/11/25
Género: Documental, Drama 
Duración: 88 Minutos 

ARGUMENTO 
Dos transgresoras periodistas —Irantzu Varela y Andrea Momoitio— deciden transformar un centenario atelier de vestidos de novia en el primer centro cultural feminista de la ciudad: La Sinsorga. El punto de partida es una premisa radical: intentar realizar toda la obra sólo con la mano de obra de mujeres. A lo largo de cerca de un año de rodaje, la película pone en primer plano el trabajo invisibilizado de cinco obreras (carpinteras, interioristas, bricoladoras...) que reconstruyen este edificio cargado de simbolismo. La narración combina el costumbrismo de la obra en marcha con momentos performáticos que dejan aflorar miedos, deseos, tensiones y estrategias para abrirse paso en un oficio aún mayoritariamente masculinizado. 

CRÍTICA 
Hay documentales cuya fuerza reside en la nobleza de su propósito, en la energía que desprende aquello que quieren contar. Llámame Sinsorga pertenece, sin duda, a esa categoría. Sin embargo, no siempre consigue transformar esa potencia inicial en una propuesta plenamente equilibrada. Las directoras Marta Gómez y Paula Iglesias firman una obra que no se puede negar que mantiene un grado de interés constante, sobre todo por la honestidad con la que se acerca a su propio proceso de construcción feminista. Pero también es cierto que la película se extiende más de lo necesario y, por momentos, parece demasiado ensimismada en su propio discurso, obligándonos a salirnos de lo que nos está contando.

Dos periodistas, Irantzu Varela y Andrea Momoitio, transforman un antiguo atelier de vestidos de novia en La Sinsorga, un espacio cultural feminista levantado —literalmente— gracias a la mano de obra de mujeres. El documental sigue durante meses a ese grupo de trabajadoras que reconstruyen el edificio mientras reflexionan sobre sus miedos, sus deseos y el lugar que ocupan en oficios tradicionalmente masculinizados. Es un punto de partida tan potente como simbólico, y las directoras lo aprovechan bien en los primeros compases: la obra avanza, la cámara observa con calma y la película encuentra una sinceridad que la hace cercana.

Pero conforme avanza el metraje, la propuesta empieza a perder compactación. Cuando la narración se detiene demasiado tiempo en los rituales internos de la comunidad que está creando el espacio, la película parece mirar más hacia dentro que hacia fuera, como si el proceso fuese más importante que lo que ese proceso quiere contar. Es ahí donde el documental se vuelve irregular, repitiendo ideas ya expuestas y alargando escenas que, sin restar valor al proyecto, diluyen la emoción inicial.

En lo formal, Gómez e Iglesias mantienen una cámara respetuosa, atenta a los gestos de las obreras, y un montaje que intenta equilibrar la construcción física con la emocional. Sin embargo, ese equilibrio no siempre se sostiene, y lo que debería ser un flujo continuo termina por convertirse en un vaivén que hace que cueste mantenerse dentro de la narración. Aun así, la película funciona como ejercicio reivindicativo y como relato de superación, especialmente cuando se detiene en la dureza del trabajo manual o en la complicidad que surge entre las mujeres que participan.

Una curiosidad que siempre me gusta rescatar: parte del rodaje tuvo que reorganizarse porque la obra real del espacio —al igual que en la vida misma— sufría retrasos constantes, lo que obligó al equipo a replantear varias secuencias sobre la marcha. De hecho, según contaron en un coloquio posterior a un pase del documental, alguna de las escenas más espontáneas nació precisamente de esos días en que no podían filmar lo previsto y terminaron registrando conversaciones improvisadas que luego se convirtieron en algunos de los momentos más auténticos del film

Llámame Sinsorga es, en definitiva, un documental valioso en intención y honesto en contenido, pero demasiado largo y, por momentos, demasiado autocentrado. Su mensaje es necesario y su propuesta tiene corazón, pero no siempre encuentra la forma más cinematográfica de transmitirlo. Aun así, cuando brilla, lo hace con una sinceridad que merece ser escuchada.

NOTA 5/10




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