Dirección: Maryam Moghadam, Behtash Sanaeeha
Guion: Maryam Moghadam, Behtash Sanaeeha
Reparto: Lily Farhadpour, Esmail Mehrabi, Mohammad Heidari
Producción: Bamdad Film
Fotografía: Alireza Barazandeh
Montaje: Hayedeh Safiyari
Música: Sattar Oraki
Distribuidora: A Contracorriente
An̈o: 2024
Título Original: My Favourite Cake
Estreno En España: 08/08/25
Género: Drama, Comedia
Duración: 97 Minutos.
ARGUMENTO
Mahin, de 70 años, vive sola en Teherán desde que murió su marido y su hija se marchó a Europa. Una tarde, un té con amigas la lleva a romper su solitaria rutina y a revitalizar su vida amorosa. Pero cuando Mahin se abre a un nuevo romance, lo que comienza como un encuentro inesperado se convierte rápidamente en una velada imprevisible e inolvidable.
CRÍTICA
El cine iraní sigue regalándonos pequeñas joyas que, bajo una apariencia sencilla y cercana, encierran un poderoso grito contra la represión, la soledad impuesta y el miedo institucionalizado. Mi postre favorito, dirigida con ternura y valentía por Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha, es exactamente eso: una historia de amor tardía que es, también, una rebelión silenciosa.
La película, que narra la historia de una mujer en Teherán que redescubre sus deseos en un país donde los derechos de las mujeres están severamente restringidos, ha llevado a sus directores a permanecer bajo la constante vigilancia del régimen iraní, lo que les impidió viajar y asistir al estreno mundial de su película en el Festival de Berlín. La comunidad cinematográfica internacional expresó su firme apoyo a Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha tras su citación judicial en Irán el pasado 1 de marzo. Más de 3.000 firmas respaldaron la causa, incluidas destacadas figuras como Almodóvar, Binoche o Rasoulof, y festivales como la Berlinale o Venecia. Ambos cineastas se enfrentan a graves cargos relacionados con la exhibición de su película sin autorización oficial y se encuentran bajo arresto domiciliario.
Bajo la calidez de una cena compartida y el dulce simbolismo de un postre, se esconde una sutil pero firme crítica a un régimen que ha convertido la intimidad en un campo minado. La protagonista, una mujer mayor que vive sola, se cruza con un taxista viudo que también arrastra el peso de los años y de la resignación. La chispa entre ellos salta de forma casi natural, sin grandes alardes, como si el destino —ese que tantas veces ha sido esquivo en sus vidas— decidiera por fin regalarles un momento de alegría.
Desde los primeros compases, Mi postre favorito seduce por la química entre sus dos protagonistas, interpretados con una naturalidad desarmante por Lily Farhadpour y Esmail Mehrabi. Ambos actores, curtidos en teatro y cine independiente, llenan de vida a sus personajes con miradas cómplices, silencios que dicen más que mil palabras y una ternura que traspasa la pantalla. El espectador no tarda en enamorarse de ellos, de sus gestos, de sus torpes intentos por recuperar algo que creían perdido: la ilusión.
Es cierto que hacia la mitad del metraje ya se intuye hacia dónde se encamina la trama. Hay un cierto tono predecible en su evolución narrativa, pero eso no le resta interés ni emoción. Al contrario, uno desea que ocurra lo que sospecha, porque la película no se mueve en el terreno del suspense, sino en el de la esperanza. Y en los tiempos que corren —y especialmente en el contexto iraní—, atreverse a contar una historia donde dos personas mayores se enamoran, brindan con vino y comparten un pastel, es casi un acto político.
Uno de los grandes aciertos del filme es su delicada banda sonora, compuesta por Sattar Oraki. Lejos de querer imponerse, su música se desliza con suavidad entre escenas, envolviendo cada momento con una calidez emocional que potencia la conexión entre los personajes. Hay en sus notas un aire de melancolía, de anhelo, de belleza contenida. Es una música que acompaña, que arropa, que eleva sin distraer. Un trabajo preciosista y sutil que añade una capa más de emoción a esta historia de amor otoñal
Porque lo que Moghadam y Sanaeeha filman no es solo una historia de amor. Es también una memoria compartida, una denuncia implícita y un gesto de libertad. Hay escenas que rozan lo poético —como ese baile alocadi en la cocina, o el tímido roce de manos en el sofa— y que, sin subrayados, revelan todo un mundo de emociones reprimidas. Y por debajo de todo ello, late una pregunta incómoda: ¿por qué amar sigue siendo un riesgo en ciertas partes del mundo?
Mi postre favorito no busca grandes discursos ni estridencias. Su fuerza está en lo íntimo, en lo pequeño, en la delicadeza de los gestos. Es una película para ver con calma, dejarse llevar y, por qué no, soñar con que siempre es posible un nuevo comienzo. Aunque llegue tarde. Aunque venga con arrugas y cicatrices. Una historia que transmite serenidad.
Una película sencilla pero profundamente humana, que combina ternura, crítica social y un romanticismo maduro con admirable equilibrio. Cine iraní del bueno, del que resiste con elegancia.
NOTA 7/10
AUDIO DE LA CLAQUETA CRÍTICA DE MI POSTRE FAVORITO
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