Dirección: Charlie Polinger.
Guion: Charlie Polinger.
Reparto:Everett Blunck; Joel Edgerton; Kayo Martin; Kenny Rasmussen; Lennox Espy; Lucas Adler; Elliott Heffernan; Caden Burris; Kolton Lee;
Música: Johan Lenox.
Fotografía: Steven Breckon.
Montaje: Simon Njoo y Henry Hayes
Productores: Lizzie Shapiro, Lucy McKendrick, Joel Edgerton, Roy Lee, Steven Schneider, Derek Dauchy
Distribuidora: YouPlanet..
Año: 2025.
Título Original: The Plague
Estreno En España: 13/10/25 en el Festival de Sitges
Género: Drama, Thriller
Duración:98 Minutos
ARGUMENTO
En el verano de 2003, en un campamento de waterpolo exclusivamente para chicos, un niño de doce años con ansiedad social es arrastrado a una cruel tradición dirigida contra un marginado, marcada por una enfermedad imaginaria que llaman “La Plaga”. A medida que las líneas entre el juego y la realidad se difuminan, empieza a temer que la broma esconda algo más siniestro.
CRÍTICA
Hay películas que llegan a Sitges disfrazadas de propuestas fantásticas, pero que en realidad esconden un puñetazo tan real que cuesta respirar. The Plague, debut de Charlie Polinger, es exactamente eso: un filme que el festival acogió con entusiasmo, que poco tiene de fantástico en su superficie, pero cuyo poso es tan oscuro y tan humano que dejó al público en un incómodo silencio cuando aparecieron los créditos. No es casualidad que el equipo de jóvenes intérpretes se llevara el Premio a la Mejor Actuación en Sitges: la película es suya, y la fiereza con la que la sostienen se siente en cada plano
Polinger nos sitúa en un campamento de waterpolo en el verano de 2003 donde un chico de doce años, tímido y socialmente torpe, es arrastrado a un cruel juego llamado «La Plaga», una especie de broma ritualizada contra un marginado. A partir de ahí, el director construye un relato donde la frontera entre el juego y la violencia real se difumina hasta desaparecer. Lo que empieza como un simple rito estúpido entre adolescentes muta, sin que casi lo advirtamos, en una espiral de maldad cotidiana, de esa que no necesita monstruos ni demonios porque ya la llevamos dentro.
Como suele ocurrir en las mejores películas coming-of-age, The Plague es tanto sobre la adolescencia como sobre la sociedad que la engendra. Polinger muestra sin filtros la crueldad del acoso escolar, pero lo hace con una puesta en escena que encierra al espectador en la misma angustia que viven los personajes. La cámara, siempre cercana, casi sudorosa, convierte los pasillos del campamento, los vestuarios o la piscina en auténticas cárceles emocionales. Y lo más devastador es esa sensación permanente de que los adultos —cuando aparecen— no quieren ver nada. Miramos hacia otro lado, como si la violencia entre chavales fuera un asunto menor que se cura con el tiempo. La película se encarga de recordarnos que no, que a veces marca para siempre.
El trabajo del reparto merece párrafo aparte. El grupo de jóvenes actores sostiene escenas de una dureza emocional extraordinaria, pero sin caer nunca en la sobreactuación ni en el artificio. Lo que hacen aquí es puro realismo: miradas que cortan, silencios que duelen, explosiones de miedo contenidas. En cierto modo, The Plague funciona porque ellos la hacen respirar; sin su honestidad, no sería más que un ejercicio de estilo. Con ellos, se convierte en un retrato incómodo y necesario.
Polinger decidió trabajar con los chicos durante semanas previas sin cámaras, solo con ejercicios físicos y dinámicas de convivencia para que formaran verdaderos grupos, alianzas y tensiones, exactamente igual que en un campamento real. De hecho, varios actores comentaron en entrevistas que en los primeros días se crearon espontáneamente jerarquías y pequeños “clanes”, algo que el director aprovechó para integrar en la película. Esa autenticidad se nota: las relaciones entre ellos no parecen ensayadas, parecen vividas.
Con todo, The Plague no es una película cómoda ni pretende serlo. Es agobiante, tensa, casi claustrofóbica, y Polinger insiste en que el espectador no pueda tomar distancia. Pero es precisamente ahí donde la obra se eleva: en su valentía para mostrar que la maldad no nace de grandes tragedias, sino de actos pequeños que se normalizan, de rituales que llamamos “tradición”, de juegos que aceptamos sin cuestionar. La película nos obliga a mirar de frente algo que preferimos ignorar: el acoso no es una excepción, es un síntoma.
En definitiva, The Plague es una ópera prima poderosa, de esas que dejan heridas que tardan en cerrarse. Una película que Sitges recibió con notable entusiasmo y que confirma que, a veces, el género más terrorífico es el que retrata la realidad tal cual es. Porque no hay monstruo más temible que el que se forma en la adolescencia cuando nadie se atreve a decir basta.
NOTA 6,5/10
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