Director: Andrés Veiel
Guion: Andrés Veiel
Reparto: Documental
Productora Sandra Maischberger (Vincent Productions GmbH; coproducen WDR, SWR...)
Fotografía Toby Cornish
Montaje Stephan Krumbiegel, Olaf Voigtländer, Alfredo Castro
Música Freya Arde.
Distribuidora: Beta Cinema
Año: 2024
Título Original:: Riefenstahl
Estreno En España: 01/08/25 en plataformas Filmin dentro del AMFF y Movistar Plus
Género: Documental, Biopic
Duración: 117 Minutos
ARGUMENTO
Documental que recorre el legado artístico de la fotógrafa y directora alemana Leni Riefenstahl, cineasta oficial de la Alemania nazi, y sus complejos vínculos con el régimen nacionalsocialista de Hitler, yuxtaponiendo su autorretrato con pruebas que sugieren la conciencia de las atrocidades del régimen.
CRÍTICA
Hay documentales que informan, otros que incomodan. Riefenstahl, dirigido por Andrés Veiel, es de esos que escarban en la memoria con una pala afilada. No busca redimir a nadie ni edificar una estatua a la directora de El triunfo de la voluntad, sino quitarle el pedestal y mostrar, a través de un monumental trabajo de archivo, cómo Leni Riefenstahl no solo fue una artista de una visión poderosa, sino también una fabuladora de su propia historia.
Para Veiel, la importancia del documental va más allá del pasado y se convierte en una reflexión urgente sobre nuestro presente. Se pregunta cuál es la relevancia de la figura de Leni Riefenstahl en el contexto actual, especialmente en relación con temas como las noticias falsas, la manipulación de la narrativa y la construcción de su biografía. El director considera que la habilidad de Riefenstahl para reescribir su propia historia anticipa las estrategias de desinformación que vemos hoy en día. Pero quizás lo más inquietante de su legado no sea su obra en sí, sino su aparente normalidad: "Riefenstahl no es un monstruo ni una persona malvada extraordinaria. Viene de la clase media, y hay muchas personas como ella entre nosotros", señala Veiel
Desde la primera secuencia, Veiel deja claro que este no será un retrato indulgente ni un biopic complaciente. El documental se construye sobre más de 700 cajas de material inédito que revelan no solo el alcance de su obra cinematográfica, sino su calculada estrategia para borrar su complicidad con el régimen nazi. Y lo más brillante —y perturbador— es cómo lo hace: no desde la acusación directa, sino dejando que las propias palabras de Riefenstahl, en entrevistas y cartas, se contradigan una y otra vez. Que sea ella quien se derrumbe ante nuestros ojos.
Al estilo de lo que haría Claude Lanzmann con los silencios o Errol Morris con los reflejos, Veiel edifica su relato con montaje, con ritmo pausado, y sobre todo con elocuencia narrativa. El espectador entra a un laberinto de belleza y horror, donde los planos perfectos de los cuerpos en Olympia conviven con los fuera de campo de la violencia, de la propaganda y de la negación
Como suele pasar en los trabajos más incisivos, hay una cierta frialdad en la puesta en escena. Aquí no hay sentimentalismo, ni entrevistas actuales que nos digan qué pensar. El espectador debe enfrentarse a Leni sin red. Debe escucharla mentir, justificarse, victimizarse… y luego ver los documentos que desmontan todo ese discurso. Veiel no juzga, pero organiza los fragmentos con una precisión quirúrgica que convierte el documental en una disección ética.
Uno de los momentos más escalofriantes es el que gira en torno a la masacre de Końskie, en 1939. Ahí, donde durante décadas Leni insistió en su papel pasivo como simple espectadora de un fusilamiento, aparece una carta en la que se insinúa lo contrario: que sus comentarios influyeron en la puesta en escena de la ejecución. Y de pronto, su imagen de testigo muda se quiebra como un espejo mal colocado. Porque Riefenstahl no es solo la historia de una mujer enfrentada a su pasado, sino la crónica de cómo el arte puede ser cómplice del horror
No es un documental perfecto. Su estructura fragmentaria puede confundir a quienes esperan una narración lineal o más contextualizada. En sus 117 minutos hay momentos donde se alarga más de lo necesario, y se echa de menos una voz contemporánea que ponga el foco en las resonancias actuales de la propaganda visual. Pero sería injusto no reconocer su densidad, su profundidad y su valentía. Como ejercicio de memoria fílmica y moral, Riefenstahl es incómodo, necesario y contundente.
Veiel no absuelve, pero tampoco lincha. Solo nos enfrenta al espejo. Y lo hace con el mayor respeto posible: el de no manipular la imagen, sino dejar que la imagen se explique a sí misma. Como si el cine, esta vez sí, pudiera reescribir la historia sin filtros
NOTA 7/10
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