Dirección: Éric Lamhène
Guion: Éric Lamhène, Rae Lyn Lee
Reparto: Carla Juri,, Véronique Tshanda Beya Mputu, Esperanza Martín González‑Quevedo, Alessia Raschellà, Sascha Ley, Luc Schiltz, Denis Simonetta
Fotografía: Rae Lyn Lee
Distribuidora: Puntal Films.
Año: 2024
Título Original: Hors d’haleine
Estreno En España: 0703/25 limitado en cines y 31/07/25 en plataformas Movistar Plus
Género: Drama
Duración: 101 Minutos
ARGUMENTO
Cuando Emma tiene que abandonar su vida perfecta para ir a un refugio de mujeres, su improbable amistad con un variopinto grupo de mujeres las empuja a todas a luchar para recuperar su poder.
CRÍTICA
Hay películas que no se ven, se sienten. O mejor dicho, se padecen. Respirando bajo el agua es una de ellas. Desde su primera secuencia, donde la protagonista aparece magullada, embarazada y con la mirada perdida, Éric Lamhène nos deja claro que no ha venido a contarnos un drama social al uso, sino a golpearnos con una verdad incómoda y a menudo silenciada.
lo hace sin levantar la voz.
Lamhène, que debuta en la ficción con esta historia coescrita junto a Rae Lyn Lee, nos lleva de la mano de Emma (la siempre intensa Carla Juri), una mujer que tras un accidente que huele más a agresión que a caída, es trasladada a una casa de acogida para mujeres víctimas de violencia de género. A partir de ahí, el guion no se obsesiona con contar lo que ya hemos visto mil veces —gritos, golpes, redenciones edulcoradas— sino que se concentra en lo que sucede después. El silencio. El miedo que no se va. La culpa que no se entiende. La maternidad que se mezcla con la negación. Y sobre todo, la convivencia con otras mujeres rotas que intentan, como pueden, recomponerse.
Lamhène se desmarca del trazo grueso. No busca escandalizar, ni despertar la lágrima fácil. Ni siquiera hay una banda sonora que empuje la emoción. Respirando bajo el agua duele no por lo que muestra, sino por lo que sugiere. La violencia está en los detalles: una mano temblorosa al coger un vaso, una puerta cerrada con demasiada prisa, un niño que no quiere hablar. La cámara de Rae Lyn Lee observa sin invadir, permitiendo que el espectador se asome a la intimidad sin convertirse en juez. Es cine que escucha.
El reparto coral funciona con una precisión abrumadora. Más que interpretar, las actrices parecen habitar sus personajes. Véronique Tshanda Beya Mputu, Esperanza Martín González-Quevedo y Alessia Raschellà componen un abanico de vivencias distintas, complementarias, necesarias. Son mujeres que no solo han sido golpeadas, también silenciadas, empujadas a la sombra. Y lo más devastador es ver cómo algunas ni siquiera se consideran víctimas
Hay momentos que podrían pecar de subrayado —alguna confesión algo forzada, algún giro de guion algo precipitado hacia el final—, pero incluso esos pequeños tropiezos se perdonan por la sinceridad del conjunto. Lamhène sabe dónde pisa y, sobre todo, sabe que no está contando una historia para entretener. Está abriendo una herida que sigue sin cerrar del todo.
El compromiso de la película va más allá de la pantalla. En su estreno en España, parte de la recaudación se destinó a organizaciones que apoyan a mujeres maltratadas. Un gesto que, aunque simbólico, le da coherencia ética a un film que no pretende salvar a nadie, pero sí recordar que las víctimas no desaparecen cuando se apagan los focos de un telediario.
Respirando bajo el agua no es una película fácil. Ni falta que hace. Porque a veces el cine no está para distraer, sino para mirar de frente. Para obligarnos a escuchar lo que no queremos oír. Y para recordarnos que la reconstrucción empieza, casi siempre, cuando se deja de fingir que no ha pasado nada. Una de esas películas que, más que verlas, se respiran… como quien intenta salir a flote.
NOTA 6,5/10
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