Dirección: Luis Gabriel Beristáin
Guion: Juma Fodde, Teresa Trasancos (basado en la novela Ya no quedan junglas adonde regresar de Carlos Augusto Casas)
Reparto: Ron Perlman, Megan Montaner, Hovik Keuchkerian, Damián Alcázar, Marco de la O, Natti Natasha, Unax Ugalde, Karra Elejalde, Rubén Ochandiano, Itziar Ituño, Diego Anido, Daniel Grao
Fotografía: Javier Salmones
Montaje: Fran Amaro
Música: Fernando Velázquez
Sonido: Íñigo Tena
Distribuidora: Universal
Año: 2025
Título Original: Ya No Quedan Junglas
Género: Thriller, Drama
Duración; 89 Minutos
ARGUMENTO
Theo, conocido como ‘el Gentleman’, es un ex soldado estadounidense cuya existencia solitaria y miserable transcurre entre sus recuerdos de un pasado mejor con su difunta esposa y su habitual cita de los jueves con Olga, una prostituta a la que paga por conversar, recordando quién fue una vez y soñando con lo que podría haber sido. Cuando Olga es asesinada, busca una venganza brutal. El rastro de sangre que deja es seguido por Iborra, una inspectora de policía alcohólica, y Herodes, un despiadado asesino a sueldo. El cruce de estos personajes al límite tendrá un abrupto desenlace cuando el presente venga a cobrarse las deudas del pasado
CRÍTICA
Hay películas que nacen con una propuesta que, sobre el papel, resulta atractiva. Un thriller de venganza con aires de cine negro, protagonizado por un exsoldado norteamericano atormentado por sus fantasmas, tenía todas las papeletas para ofrecernos un viaje intenso. Sin embargo, Ya no quedan junglas, dirigida por Luis Gabriel Beristáin, es un claro ejemplo de cómo un buen punto de partida puede perderse entre decisiones narrativas erráticas y una puesta en escena que nunca termina de funcionar.
La sinopsis es sencilla y directa: Theo, apodado “el Gentleman”, vive anclado en sus recuerdos de un pasado feliz junto a su difunta esposa. Su única compañía es Olga, una prostituta con la que mantiene una relación marcada por la conversación y la nostalgia. Cuando Olga es asesinada, Theo se embarca en una venganza sangrienta que lo pone en el punto de mira tanto de la inspectora Iborra, con sus propios demonios internos, como del despiadado asesino a sueldo Herodes. Sobre el papel, una historia que mezcla el thriller más áspero con el drama íntimo de un hombre roto. En pantalla, sin embargo, nada termina de encajar.
La dirección de Beristáin se mueve en un terreno indeciso, incapaz de encontrar el tono que la historia reclama. El montaje no ayuda, más bien todo lo contrario: escenas que deberían transmitir tensión y desgarro se convierten en momentos de desconcierto que, en ocasiones, rozan la comedia involuntaria.
Los actores parecen atrapados en este desorden narrativo; salvo Ron Perlman, que logra mantener cierta dignidad en su interpretación, el resto del reparto deambula sin saber muy bien qué hacer con sus personajes. Megan Montaner y Hovik Keuchkerian, con mucho potencial, quedan desaprovechados en un mar de gestos y frases sin fuerza
Resulta curioso que una producción de estas dimensiones, respaldada por Universal para su distribución, se muestre tan deslavazada en lo formal. Y es una pena, porque el rodaje sí estuvo lleno de anécdotas llamativas: se cuenta que Ron Perlman rodó varias de sus escenas en apenas dos semanas, trabajando con un plan de rodaje milimétrico para poder compaginar el proyecto con otro en Estados Unidos.
Incluso algunos exteriores en Madrid se cerraron a contrarreloj, lo que obligó a improvisar localizaciones interiores que luego no encajaron del todo con el tono que se buscaba.
Al final, Ya no quedan junglas se queda en un quiero y no puedo. La venganza de Theo, que debería haber sido un viaje brutal y emocional, se convierte en una serie de viñetas inconexas que diluyen cualquier impacto dramático. Una película que, más que un thriller con nervio, termina siendo un ejemplo de cómo un planteamiento prometedor puede perderse en el camino
Un proyecto ambicioso, sí, pero también una oportunidad desperdiciada.
NOTA 4/10
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