martes, 22 de julio de 2025

MI QUERIDA LADRONA

Dirección: Robert Guédiguian
Guion: Robert Guédiguian, Serge Valletti
Reparto:Ariane Ascaride,Jean‑Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Grégoire Leprince‑Ringuet, Marilou Aussilloux, Lola Naymark, Robinson Stevenin, Thorvald Sondergaard, Jacques Boudet
Fotografía: Pierre Milon  
Montaje: Bernard Sasia  
Diseño de producción: David Vinez  
Vestuario: Anne‑Marie Giacalone  
Sonido: Laurent Lafran  
Música: Michel Petrossian
Producción: Marc Bordure y Robert Guédiguian; productoras Agat Films & Cie y Ex Nihilo 
Distribuidora: Mirror Audiovisual 
Año,: 2024
Título Original: La Pie voleuse
Estreno En España 24/07/25
Género: Drama,  Autor 
Duración: 101 Minutos 

ARGUMENTO 
María trabaja como ayudante a domicilio para personas mayores. Su sueño es ver a su nieto convertirse en un gran pianista. Para pagar el piano, roba, aquí y allá, pequeñas sumas de dinero a las personas que cuida con devoción

CRÍTICA 
Robert Guédiguian, ese cronista incansable de los márgenes marselleses y de las fisuras morales del ser humano, regresa con Mi Querida Ladrona, una película que parte de una premisa poderosa, casi de fábula social, pero que acaba navegando por aguas más turbias y desconcertantes de lo habitual. Esta vez, el director se adentra en un relato donde el juicio moral se convierte en protagonista, y donde los personajes parecen más diseñados para el alegato que para la emoción.

Ariane Ascaride y Jean-Pierre Darroussin, pareja artística inseparable del universo Guédiguian, vuelven a aportar ese poso de autenticidad que tanto se agradece. Ella, como siempre, es el ancla emocional, incluso cuando su personaje bordea la contradicción. Él, tal vez el único personaje verdaderamente coherente y rescatable del filme, representa esa figura de integridad que permite al espectador agarrarse a algo firme en mitad de tanto despropósito humano.

Y es que aquí nadie se salva. En Mi Querida Ladrona los personajes, lejos de buscar redención o de despertar empatía, parecen entregados al egoísmo, a la manipulación y a decisiones que desafían la lógica emocional. Guédiguian juega, y quizá demasiado, con el concepto de “zona gris moral”, lo que en otras películas suyas funcionaba como motor de reflexión aquí se convierte en lastre. La verosimilitud de algunas acciones chirría y eso acaba repercutiendo en la conexión emocional. El espectador no entra en el juego porque no encuentra puertas abiertas.

La dirección, como es habitual en el cineasta marsellés, está cargada de cariño por los espacios, por los cuerpos que habitan el encuadre y por los silencios que dicen más que los diálogos. La fotografía de Pierre Milon, sin buscar el preciosismo, sabe captar la decadencia física y ética de unos entornos donde el calor y la mugre parecen impregnarlo todo. La música de Michel Petrossian acompaña con sobriedad y elegancia, sin subrayar, dejando respirar al drama

Guédiguian firma una película que tiene todos sus ingredientes habituales —la crítica social, el dilema moral, los rostros conocidos, el calor del sur— pero a la que le falta alma. Y en un director que siempre ha hecho de la emoción y la humanidad su bandera, eso se nota más. Mi Querida Ladrona se deja ver, sí, pero no deja huella. Provoca reflexión, pero no conmoción. Interpela al espectador, pero no lo abraza.

Una obra menor dentro de su filmografía que, sin ser fallida, se queda a medio camino por culpa de unos personajes que no permiten que la historia respire con verdad. Al final, solo el personaje de Darroussin nos reconcilia con un universo en el que, por una vez, parece faltar el alma colectiva que Guédiguian solía defender.

NOTA 6/10








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