Dirección: Rafael Gordon.
Guion: Rafael Gordon.
Reparto: Arantxa de Juan,Víctor Rivas, Santiago Trancón,Ramón García del Pomar
Música: Jorge Magaz
Fotografía: Charly Plannel
Productor; Rafael Gordon
Distribuidora: Barlovento Films
Año; 2025
Título Original: La Ley De Sodoma
Estreno En España: 05/12/25
Género: Drama, Comedia
Duración: 94 Minutos
ARGUMENTO
La acción se desarrolla durante el juicio en un Alto Tribunal que parte del principio de “presunción de culpabilidad”. Se inicia un juicio en el que la acusada admite la culpa por “decir la verdad” y, a través de cambios inesperados y grotescos en los papeles de juez, abogado y acusados, el proceso desemboca en una sentencia que pone en cuestión la maquinaria del poder y la inversión moral de los valores que sostienen la sociedad; la institución acaba devorando a quienes la sirven...
CRÍTICA
Rafael Gordon regresa con La ley de Sodoma, una sátira judicial que, sobre el papel, pretende levantar acta notarial de la corrupción moral del poder. La premisa lo deja claro: un Alto Tribunal donde la “presunción de culpabilidad” es norma fundacional, una mujer que se declara culpable por “decir la verdad” y una maquinaria institucional que devora a quienes la sirven. Ideas potentes… que en pantalla se desvanecen con la misma rapidez con la que los personajes se enredan en interminables discursos altisonantes.
Porque lo que promete ser una denuncia feroz acaba convertido en una obra tan absurda como fatigosa. Gordon filma la sala de juicios como si fuera un escenario teatral —pero no en el buen sentido—: La ley de Sodoma es una sucesión de diálogos presuntuosos, recitados con voz impostada, como si el único objetivo fuese demostrar que se ha leído a Kafka y a Valle-Inclán. Los personajes no hablan: declaman; no actúan: posan. Y así, la crítica social que la película quiere disparar termina por perderse en una nebulosa de artificio que no conduce a nada
La película abraza lo grotesco, sí, pero no desde la lucidez, sino desde una acumulación de situaciones sin sentido que generan desconcierto… y, lamentablemente, aburrimiento. Lo que podría haber sido un dispositivo experimental sobre la perversión de la justicia acaba transformándose en un ejercicio hermético, sin emoción ni tensión dramática. La sátira muere en el intento.
No ayuda que la puesta en escena sea rígida, casi estática, reforzando esa sensación de estar viendo un ensayo teatral capturado con cámara fija. Y aunque los actores se entregan al enfoque del director, lo hacen desde un registro tan exagerado que dificulta cualquier implicación del espectador. La supuesta denuncia —la inversión moral, la maquinaria del poder, la víctima triturada por el sistema— se queda en un boceto sin desarrollo, absorbido por el propio caos de la propuesta
Durante la filmación, Gordon insistió en rodar varias secuencias del juicio en una sola toma, buscando precisamente esa sensación de teatralidad viva. Esto provocó jornadas larguísimas en las que los actores repetían los bloques completos de diálogo sin cortes, algo que varios miembros del equipo contaron después como una mezcla de experimento artístico… y prueba de resistencia.
NOTA 1,5/10
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