Dirección: Charles Chaplin
Guion: Charles Chaplin
Reparto: Charles Chaplin, Georgia Hale, Mack Swain, Tom Murray, Henry Bergman, Malcolm Waite
Fotografía: Roland Totheroh
Música: Charles Chaplin (versión 1942) Marx Terr (1925)
Montaje: Charles Chaplin
Distribuidora: A Contracorriente
Año: 1925 (versión original muda) / 1942 (versión sonorizada con narración y música de Chaplin)
Título Original: The Gold Rush..
Estreno En España: Reestreno ek 26/06/25 100 años después
Género: Drama, Comedia
Duración: 95 Minutos
ARGUMENTO
Klondike, finales del siglo XIX. Los aventureros parten hacia las montañas nevadas en busca de vetas de oro. Entre ellos está Charlot, que se refugia un día tormentoso en una cabaña aislada donde conoce a otros dos buscadores de oro. De regreso a la ciudad con las manos vacías, el hombrecillo conoce a Georgia, de quien se enamora
CRÍTICA
Hay películas que no envejecen. Que permanecen imborrables en la memoria colectiva como si el tiempo no se atreviese a tocarlas. La quimera del oro, obra cumbre de Charles Chaplin, es una de ellas. No es sólo una película: es un espejo donde la humanidad se contempla con todos sus miedos, miserias y ternuras. Y como decía el propio Chaplin, es el filme por el que siempre quiso ser recordado
Nos encontramos ante una de esas quimeras imposibles que se hacen carne gracias al genio. El pequeño vagabundo, ese personaje de sombrero hongo, bastón de caña y alma infinita, se embarca en la fiebre del oro del Klondike, en busca de un tesoro que, en el fondo, nunca fue el oro. Lo que Chaplin persigue aquí no es otra cosa que la dignidad en medio de la precariedad, el afecto en mitad del hielo, la risa cuando el hambre aprieta.
Chaplin —director, guionista, montador, compositor e intérprete— lo controla todo y todo lo transforma. Hay secuencias que forman ya parte del ADN del cine. El baile de los panecillos. La cabaña al borde del precipicio. El zapato hervido y compartido. Gags perfectos de construcción matemática y emoción orgánica. Humor visual puro, sin palabras, que sigue funcionando con precisión suiza un siglo después. Y es que Chaplin no sólo hacía reír: humanizaba el hambre
Su química con Georgia Hale es la de los soñadores: ella, símbolo de una esperanza que coquetea con la crueldad; él, ternura en estado puro, un alma pequeña frente a la inmensidad del paisaje. Porque si algo hace grande esta película es esa constante tensión entre lo épico y lo íntimo, entre la desolación de la nieve y la calidez de una mirada.
El montaje, exacto; la música, inolvidable (sobre todo en la versión sonorizada de 1942, también dirigida por Chaplin); la fotografía, capaz de convertir un decorado en un infierno helado de belleza sublime. El cine como construcción artesanal y emocional.
En La quimera del oro, Chaplin nos lanza una advertencia: no es el oro lo que nos hará ricos, sino nuestra capacidad de conservar la risa, incluso cuando todo parece perdido. Y con ello nos deja uno de los finales más bellos de la historia del cine, que es también una promesa de redención: el vagabundo, por fin, amado
La quimera del oro no es sólo una obra maestra del cine mudo. Es un testamento moral, una comedia con alma de tragedia, un relato que encuentra lo sublime en lo sencillo. En un mundo donde el hambre física y emocional sigue presente, el pequeño vagabundo sigue siendo necesario. Chaplin firmó aquí su joya más pulida, su oro verdadero: el que no se oxida, el que no se compra, el que permanece.
NOTA 10/10
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