Dirección: Lucía Álvarez
Guion: Lucía Álvarez
Reparto: Jesús Barranco ,Lucía Álvarez Rafael Estévez, Carmen Paris, Israel Fernández
Música: Manuel de Falla
Textos: María Lejárraga
Coreografía y dirección de movimiento: Rafael Estévez
Fotografía: Diego Díaz
Montaje: José M. G. Moyano
Dirección artística: Pepe Domínguez
Vestuario: Lourdes Fuentes
Sonido: Jorge Marín
Producción: La Claqueta, TalyCual Producciones, con la participación de RTVE, Canal Sur y el apoyo del ICAA y la Junta de Andalucía
Distribuidora: Syldavia
Año: 2025
Título Original: Amores Brujos
Estreno En España: 12/06/25
Género: Drama, Músical
Duración; 87 Minutos
ARGUMENTO.
Narra la importante unión entre Manuel de Falla y María Lejárraga. Dos de las figuras más importantes de la cultura reciente española. A través de anécdotas que irán contando ambos personajes darán paso a los cuadros de flamenco interpretados por los mejores artistas del flamenco actual: Israel Fernández, Rocío Márquez, Cañizares, Patricia Guerrero o Carmen París, entre otros.
CRÍTICA
“Yo he hecho lo que tú has escrito, María. Pero nadie lo sabe.”
— Manuel de Falla en un susurro que recorre toda la cinta como un lamento que busca justicia..
Así es Amores Brujos un filme arriesgado de amores, sombras y brujería
Lucía Álvarez debuta en el largometraje con una apuesta valiente, arriesgada, innegablemente personal. Amores brujos no es una película para todos los públicos. Y probablemente no pretende serlo. Su centro no es tanto el relato clásico como la evocación sensorial, simbólica, emocional, de una complicidad artística poco explorada: la que unió al compositor Manuel de Falla con la escritora y activista María Lejárraga.
El filme se articula en torno a un diálogo casi fantasmal entre los dos protagonistas —una suerte de confesión atemporal, flotante— que nos transporta más al interior de sus mentes que a la recreación de su tiempo. Hay algo teatral, casi onírico, en esa escenografía austera donde Barranco y Vizuete se enfrentan en largos intercambios que no siempre logran sostener la atención. La intensidad y el tono impostado de los diálogos lastran el ritmo de la narración y dificultan la conexión emocional con el espectador. Cuesta entrar. Cuesta mantenerse.
Pero cuando Amores brujos se detiene —o más bien se entrega— a la música, todo cambia. Los números flamencos, brillantemente coreografiados e interpretados por algunos de los grandes nombres del género, constituyen los momentos de mayor fuerza, de verdadera emoción. Israel Fernández Carmen París o Rocío Márquez convierten cada aparición en un acto de posesión artística, de hechizo puro. La danza y la música, aquí, son el verdadero relato. El alma de la película se encuentra en sus silencios flamencos, en esos cuerpos que traducen con fuego lo que el texto no siempre logra articular.
Jesús Barranco se enfrenta a un Falla contenido, etéreo, introspectivo. Más presencia que carne. LucíaÁlvarez, por su parte, dota a Lejárraga de una dignidad dolorosa, aunque a veces naufrague en el exceso declamativo. Aun así, sus intervenciones, apoyadas en los textos originales de la autora, logran rescatar momentos de gran belleza.
Lucía Álvarez no ha querido hacer una película histórica ni un biopic al uso. Amores brujos es una obra fragmentada, impresionista, que se sitúa entre la evocación poética y el ensayo musical. Tiene la ambición de un canto de amor a la creación compartida, y también de una reivindicación necesaria: la del papel silenciado de tantas mujeres en la cultura española
¿Es una película redonda? No. ¿Es una película lograda? Solo a ratos. Pero es, sobre todo, una película con identidad, con riesgo, con una mirada propia. Y eso, en tiempos de anestesia audiovisual, ya es bastante.
NOTA 5/10
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