Dirección: Roberto Jiménez.
Guion: Pedro García Ríos,Rodrigo Martín
Reparto; Mina El Hammani,Manuel Morón,Pilar Gómez,Jorge de Juan.
Joaquín Núñez, Alicia Mohino, Mario Zorrilla.
Fotografía: Tote Trenas.
Montaje: Pablo Barce.
Música: Claudia Lively
Distribuidora: Filmax
Año: 2025
Título Original: La Tierra De Amira
Estreno En España; 05/12/25
Género: Drama, Autor
Duración:85 Minutos
ARGUMENTO
apartado del mundo en una extensa y solitaria finca en la que solo cultiva un pequeño huerto. Amira es una de tantas temporeras ilegales marroquíes que buscan en España un futuro mejor. Una noche que Justino baja al pueblo a vender sus tomates, la atropella accidentalmente. Los daños no son graves, pero ella pierde toda posibilidad de trabajar, por lo que él, obligado por su hermana Araceli, le ofrece su casa hasta que se recupere.
CRÍTICA
En ocasiones aparecen películas pequeñas, casi silenciosas, que sin hacer ruido terminan agarrándote por dentro. La tierra de Amira, el emotivo drama de Roberto Jiménez, pertenece precisamente a esa estirpe: un filme humilde, sencillo en apariencia, pero construido con una sensibilidad que traspasa la pantalla. Es cierto que no descubre nada nuevo —la historia no sorprende ni pretende reinventar el género—, pero pocas veces la falta de novedad importa tan poco cuando lo que se ofrece a cambio es verdad, emoción y humanidad.
La premisa parte de un encuentro fortuito que marcará el destino de dos personas solitarias: Justino, un hombre viudo que vive aislado en su finca, y Amira, una temporera marroquí que llega a España en busca de una oportunidad. Un atropello accidental, casi un tropiezo del destino, obliga a ambos a convivir en esa casa perdida entre campos y silencios. Esa convivencia forzada, que podría caer en tópicos, se convierte en manos de Jiménez en un delicado retrato sobre la dignidad, el perdón y la posibilidad de encontrar luz incluso cuando la vida parece estrecharse.
Si hay algo que eleva La tierra de Amira por encima de otras propuestas similares es el trabajo de su reparto, especialmente un Manuel Morón espléndido, entregado a un personaje de pocas palabras pero de miradas y gestos que dicen más que cualquier diálogo. Morón sostiene el peso emocional del filme con una naturalidad que conmueve sin esfuerzo; un trabajo que debería situarle entre las mejores interpretaciones nacionales del año. A su lado, Mina El Hammani aporta verdad y fragilidad contenida, creando una química silenciosa pero poderosa.
Jiménez filma con paciencia, casi con pudor, dejando que la historia respire, que los silencios hablen, que el paisaje tenga también voz. Y es ahí donde el filme se vuelve precioso, donde encuentra su mayor virtud: permitir que el espectador se sumerja sin prisa, que entre en la historia desde el primer momento y la viva como si habitara esa misma casa llena de heridas y segundas oportunidades.
Aunque la película no sorprenda argumentalmente, llega al alma —y eso, hoy, es más difícil de lo que parece—. Su tamaño es pequeño, sí, pero su sensibilidad la convierte en un título muy a tener en cuenta, de esos que se agradece descubrir en mitad de una cartelera saturada
Durante el rodaje en localizaciones rurales, Manuel Morón y Mina El Hammani pasaron varias jornadas viviendo en la propia finca donde se filmaba, no como método interpretativo extremo, sino porque Jiménez quería que se impregnaran del aislamiento real del lugar. Según contaron en entrevistas, aquella convivencia previa —a medio camino entre ensayo y vida cotidiana— ayudó a construir la complicidad silenciosa que luego se respira en pantalla
NOTA 7/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.