Tras siete años de silencio discográfico, los suecos Spiders —comandados por los hermanos Ann-Sofie y John Hoyles— regresan con Sharp Objects, un álbum que es puro y duro rock and roll, sin concesiones ni coartadas. Entre los cortes que lo conforman, Sweet Boy se erige como un auténtico cañonazo de glam rock que irrumpe con la fuerza de un directo en el que las luces, el sudor y la distorsión lo ocupan todo
Tras siete años de silencio discográfico, los suecos Spiders —comandados por los hermanos Ann-Sofie y John Hoyles— regresan con Sharp Objects, un álbum que es puro y duro rock and roll, sin concesiones ni coartadas. Entre los cortes que lo conforman, Sweet Boy se erige como un auténtico cañonazo de glam rock que irrumpe con la fuerza de un directo en el que las luces, el sudor y la distorsión lo ocupan todo
Desde el primer riff, la canción agarra al oyente por el cuello y no lo suelta, con una base rítmica que late como un motor a punto de romper el cuentavueltas y unas guitarras que arañan con la urgencia de quien no cree en medias tintas. Pero si hay un elemento que eleva la pieza al siguiente nivel es, sin duda, la voz de Ann-Sofie Hoyles: rasgada, imponente, capaz de conjugar garra y sensualidad en la misma frase. Aquí no canta, aquí ataca cada verso como si fuera el último.
Sweet Boy es de esas canciones que no entienden de modas, que podrían sonar igual de incendiarias en un garito de los 70 que en un festival de hoy. Un tema que no busca sutilezas sino impacto, que golpea los tímpanos, agita la sangre y confirma que Spiders han vuelto para recordarnos que el rock, cuando es auténtico, no envejece: solo se afila
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