Dirección: Agathe Riedinger
Guion: Agathe Riedinger
Reparto: Malou Khebizi, Idir Azougli , Andréa Bescond, Ashley Romano, Alexis Manenti, Killa Fernane, Lea Goria
Música: Audrey Ismaël
Fotografía: Noé Bach
Montaje: Lila Desiles
Diseño de producción: Astrid Tonnellier
Sonido: Romain De Guelztl, Alexandre Hecker, Aloyse Launay
Producción: Silex Films (Priscilla Bertin, Judith Nora), France 2 Cinéma, Germaine Films
Distribuidora: Caramel Films
Año: 2024
Título Original Diamant Brut
Estreno En España: 18/07/25
Genero: Drama Autor
Duración: 108 minutos
ARGUMENTO
Liane, de 19 años, atrevida y tenaz, vive con su madre y su hermana pequeña bajo el sol polvoriento de Fréjus, en el sur de Francia. Obsesionada por la belleza y la necesidad de ser «alguien», ve en los realities la oportunidad de ser amada... El destino le sonríe cuando se presenta para participar en «La isla de los milagros
CRÍTICA
Hay películas que nacen con vocación de incomodar y otras que simplemente se limitan a señalar lo evidente. Diamante en bruto de Agathe Riedinger camina entre ambas intenciones, aunque finalmente se decanta por una senda más dócil de lo que promete. Un debut notable en forma y energía, pero algo titubeante en su resolución.
La directora nos presenta a Liane, una adolescente que sueña con salir en Miracle Island, un reality de máxima audiencia que promete convertir en estrella a quien pase su casting. Pero la mirada de Riedinger no busca el sensacionalismo de las luces de plató, sino la oscuridad que habita en las esperas, en las frustraciones, en la lucha callada de quienes viven al margen del foco. El entorno de Liane está marcado por la precariedad, por una madre ausente emocionalmente, por una sociedad que transforma la ambición en necesidad y el éxito en urgencia vital.
Diamante en bruto es una película tan áspera como vibrante, un retrato de juventud tan certero que uno sale del cine con el estómago encogido y la conciencia algo más despierta. La única ilusión de nuestra protagonista es lograr participar en un reality televisivo de éxito nacional. No busca fama ni dinero. Busca existir. Ser mirada. Ser alguien. Y Riedinger, con una puesta en escena cercana al cinéma vérité, no juzga nunca a su protagonista. Solo observa. A veces de forma casi impúdica. Otras, con una ternura que desarma.
Malou Khebizi debuta con un trabajo superlativo. No interpreta a Liane: es Liane. Cada gesto, cada mirada, cada arruga emocional es pura verdad. Y lo que podría haber sido un arquetipo —la joven que quiere escapar de un entorno hostil vía televisión— se transforma en un personaje tridimensional, contradictorio, lleno de rabia y necesidad.
El gran acierto de Riedinger es el tono: seco pero empático, duro pero jamás gratuito. Diamante en bruto evita el discurso fácil, no convierte a su protagonista en víctima ni la coloca en el pedestal de una heroína moderna. Liane no es ejemplo de nada. Y eso la hace profundamente humana
La cámara de Noé Bach opta por el primer plano constante, capturando la inmediatez de cada emoción.
El sonido, por momentos sucio, forma parte del realismo sucio que impregna todo el relato. En este sentido, la película conecta con otras voces recientes del cine francés que también han sabido mirar a sus personajes con crudeza y ternura a partes iguales (Gueule d’ange, Divines, Les Pires).
Sin embargo, Diamante en bruto no es una película redonda. En su tramo final, se percibe cierta prisa por cerrar. Un desenlace que, si bien no traiciona el espíritu del filme, sí opta por una vía más segura, menos arriesgada. Como si, después de tanto nadar a contracorriente, la película decidiera flotar un poco para no ahogarse del todo.
Aun así, es un debut más que prometedor. Riedinger se confirma como una cineasta con mirada propia, valiente y sincera. Diamante en bruto no será la película del año, pero sí una de esas que duelen, que incomodan, que se quedan. Una de esas que, sin darte cuenta, te obligan a mirar hacia donde preferías no hacerlo
Diamante En Bruto es un retrato poderoso y sin adornos sobre el deseo de existir en una sociedad que solo reconoce lo visible. Malou Khebizi, una revelación. Agathe Riedinger, una directora a seguir muy de cerca
NOTA 6/10
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