Dirección: Emanuel Pârvu
Guion: Emanuel Pârvu, Miruna Berescu
Reparto: Bogdan Dumitrache, Ciprian Chiujdea, Laura Vasiliu, Ingrid Micu Berescu, Richard Bovnoczki
Fotografía: Silvia Stavila
Distribuidora: Vértigo.
Año: 2024
Título Original, Trei kilometri până la capătul lumii
Estreno En España: 12/06/25
Género: Drama Autor
Duración: 106 Minutos
ARGUMENTO
Ambientado en una comunidad conservadora del Delta del Danubio, el viaje de autodescubrimiento de un adolescente gay choca con los valores tradicionales defendidos por sus padres y vecinos.
CRÍTICA.
Tres kilómetros al fin del mundo es una película que no se grita. Se susurra con fuerza. Con la sobriedad de un cine que parece extinguirse en los márgenes, pero que encuentra precisamente en esa geografía marginal su lugar de mayor contundencia. Emanuel Pârvu, que ya nos había dejado entrever su interés por las heridas invisibles de la sociedad rumana contemporánea, entrega aquí su obra más valiente, más íntima y, sin duda, más necesaria.
Ambientada en un pequeño y asfixiante pueblo del Delta del Danubio, la historia arranca con un suceso tan sencillo como perturbador: la sospecha —y posterior confirmación— de que uno de los jóvenes del pueblo es homosexual. Lo que podría parecer un asunto personal adquiere pronto tintes de conflicto colectivo. Porque en este rincón detenido en el tiempo, donde el río es la arteria principal y el pensamiento apenas ha cambiado en décadas, ser diferente es sinónimo de ser enemigo.
Pârvu traza su relato con pulso firme y sin concesiones. El drama no se fuerza, se destila en cada silencio, en cada plano fijo que observa —más que muestra— el deterioro emocional del chico y la crispación creciente de una comunidad que confunde tradición con intolerancia. El pueblo entero se convierte en una especie de tribunal inquisidor, donde padres, vecinos y hasta el sacerdote local participan de un linchamiento que no tiene violencia explícita, pero que hiere con cada gesto, cada rechazo, cada mirada que se aparta.
La dirección de actores es impecable. Bogdan Dumitrache, en el rol del padre dividido entre el amor por su hijo y la presión social, ofrece una interpretación contenida y brutal. Pero es el joven Ciprian Chiujdea quien se adueña de la pantalla con una fragilidad que conmueve y que, a la vez, simboliza la resistencia más pura: la de existir sin pedir permiso.
La fotografía, de tonos apagados y naturales, remarca la desolación física y emocional de ese territorio en el que todo parece estar en pausa, salvo el prejuicio. La cámara de Pârvu no juzga, pero tampoco oculta. Su mirada es ética y profundamente humana.
Esta es una película que exige tiempo y atención, no porque su narrativa sea compleja, sino porque su verdad es incómoda. Tres kilómetros al fin del mundo nos interpela como espectadores y como ciudadanos. Es una crítica feroz —y muy bien argumentada— a esas zonas de sombra donde el progreso aún no ha llegado, no porque no pueda, sino porque se le impide entrar.
No estamos ante una historia nueva, pero sí ante una forma nueva —más madura, más honesta— de contarla. En un momento donde lo superficial y lo inmediato acaparan el discurso audiovisual, películas como esta son necesarias, casi urgentes. Pârvu nos recuerda que el cine también está para incomodar, para señalar, para abrir preguntas en lugar de ofrecer respuestas.
Tres Kilómetros Al fin del mundo es totalmente recomendable, sin reservas. Y no sólo por su valor cinematográfico, que lo tiene. Sino por su capacidad para provocar una reflexión incómoda y necesaria.
NOTA 7.5/10
AUDIO DE LA CLAQUETA CRÍTICA DE TRES KILOMETROS AL FIN DEL MUNDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.